Así que no es de esta creencia de la que me gustaría hablar, sino de su hermana menor, la creencia menos magnificada tal vez, menos extrema pero igualmente dañina y falsa. La de que las personas que acuden al psicólogo son más débiles o frágiles que las demás. Oraciones como “Yo voy a poder salir solo de esto”, “Total un psicólogo no puede solucionar mis problemas laborales, familiares (o del tipo que fuere)”, o incluso “¿Sabes qué tu prima está yendo “de psicólogos” (expresión, dicho sea de paso, usada despectivamente o con condescendencia en la mayoría de los casos)? Pues sí, siempre fue más débil de carácter que su hermana”, ilustran a la perfección a lo que me refiero.
Sin embargo, lo verdaderamente importante no es señalar como equivocadas a las personas que piensan o expresan este tipo de creencias, sino hacer una reflexión social acerca de por qué ocurre esto y qué hacer para paliarlo, de forma que así aumentemos la tolerancia con los demás y, por supuesto, también con las personas que deciden en un momento de sus vidas acudir a atención psicológica.
1. “Yo nunca he necesitado que me ayude un/a profesional y he tenido muchos problemas”:
Aquí radica una primera cuestión: la idea de que hay gente a la que le puede pasar eso de sentirse mal psicológicamente, eso de sentir que necesita algo de ayuda para salir de un bache emocional… y personas que no. Lo lamento por quienes se sintieran “blindados” por esta creencia pero la cosa no funciona así. Todos somos susceptibles en uno o varios momentos de nuestras vidas de sentir que no podemos con todo, que algo nos supera, y en esos momentos lo prudente, lo bueno para sí mismos y para los demás y lo más sano es acudir al profesional que les pueden ayudar.
Y por supuesto, si en el pasado no hemos ido a un psicólogo eso es independiente a no haberlo necesitado o a que la presencia de un psicólogo no hubiera sido de ayuda. Si bien es cierto que muchas personas no se han sentido tan desbordadas nunca o han tenido recursos ya aprendidos previamente para afrontarlo por sí mismas, en muchas otras ocasiones simplemente no se ha ido al psicólogo por múltiples razones, aun pudiendo ser algo beneficioso para sus vidas.
2. “Si eres fuerte y no te rindes, puedes con todo”:
Imaginemos que ante un cáncer, un reciente infarto de miocardio, una enfermedad rara, una discapacidad o, incluso, una gastroenteritis, alguien aplicara este tipo de expresiones. Probablemente, no tendría mucha acogida y seguramente surgirían algunas protestas y desaprobaciones. ¿Por qué lo hacemos, entonces, con los síntomas, las afectaciones, las disfunciones o los trastornos emocionales?
Este problema radica en la baja educación emocional con la que los adultos actuales han crecido en la mayoría de los casos. Por suerte, se está trabajando en que las nuevas generaciones vayan haciéndose mayores con un mejor conocimiento de sus emociones y una mayor gestión de las mismas, ya que ese aspecto no solamente se relaciona con la presente y futura salud mental, sino también con la física (previene de enfermedades médicas, hábitos alimenticios poco saludables, consumo de tóxicos, etc.); sin embargo, como comentaba, los adultos de la actualidad en muchos casos han crecido con el “los hombres no lloran”, “hay que ser fuertes”, “las decisiones hay que tomarlas fríamente (es decir, sin tener en cuenta las emociones)”, “no hablemos de esto porque duele”… En resumen, un conjunto de ideas que presentan a las emociones como molestias o eventos imprevistos que aparecen muchas veces sin avisar, nublan la mente y que, por tanto, mejor si no les hacemos caso y, lo que es peor, no las expresamos.
Como consecuencia directa, las personas que no solamente expresan las emociones desagradables, sino que además asumen su necesidad de ayuda, han “cedido” a esas emociones, han “perdido” esa batalla…
Nada más lejos de la realidad. Necesitamos seguir trabajando en esa inteligencia emocional desde niños hasta adultos (incluyendo 2ª y 3ª edad) para ver esta realidad que son las emociones con unas gafas bien graduadas y para darnos cuenta como sociedad de que no se trata tanto de ser fuertes como una roca, ya que hasta ella acaba erosionada por el mar, sino más bien como un junco (tal como dice la canción) que se dobla pero siempre sigue en pie.
3. “Puedo solo/a”:
Las personas no somos islas. La creencia de que afrontar algo sin ayuda ni apoyo, profesional o no, tiene más mérito o nos hace más fuertes (volviendo al tema) como personas, es un mito.
Las personas somos animales sociales, necesitamos de los demás, salimos fortalecidos y resistentes después de palabras de aliento y de abrazos. Y por supuesto también después de que un profesional de la psicología nos ayude a aprender recursos nuevos o nos trasmita cómo movilizar los que ya tenemos. Porque ese es el otro tema: los psicólogos, huelga decirlo, no solucionamos los problemas familiares, laborales o de pareja, sino que ayudamos a que sean las propias personas afectadas las que lo hagan. Por eso un tratamiento psicológico es un proceso activo y no pasivo por parte del paciente, y por eso también es esperable que las mejoras se mantengan una vez finalizado el tratamiento.
Habría más puntos y creencias erróneas que podríamos comentar. Sin embargo, este breve artículo no pretende sino ser una primera reflexión ante esta necesidad que persiste en nuestra sociedad, aunque la estigmatización de los problemas de salud mental sea cada vez menor. Pero necesitamos seguir trabajando en ello.
Y para finalizar, ¿se os ocurre mayor fortaleza y valentía que mirar a lo que más temes a los ojos, contárselo a una persona extraña, seguir sus pautas aunque duelan a veces, y salir de eso al final sin saber, muchas veces, a dónde te va a llevar? [Tengamos en cuenta que hay personas que acuden a consulta por problemas que les han acompañado siempre y que, por tanto, no conocen cómo es vivir sin ellos.]
A mí no se me ocurre.
Esto también pretende ser un pequeño homenaje para ellos y ellas.
Paola Obrador
Psicóloga Col. Nº B-1815