Red Flags en uno mismo

Red Flags de uno mismo

Significado de Red Flags en la psicología

Una red flag, en español “bandera roja”, se entiende como una señal de alarma de que algo no nos está pareciendo adecuado, o que parece potencialmente dañino o problemático. Normalmente se usa para hacer referencia a esos comportamientos de los demás que deben hacernos estar alerta (por ejemplo: que sobrepasen un límite que hemos puesto).

Sin embargo, nos olvidamos de que nosotros mismos también podemos llevar a cabo comportamientos que nos hacen daño (esto puede ser un mal hábito, un pensamiento negativo recurrente… lo vemos más abajo). También pueden ser señales que nos avisen de que algo puede estar yendo mal en nosotros (estar más apáticos, tener menos energía, etc.).

En el camino del autoconocimiento y el crecimiento personal, es crucial identificar y abordar las red flags o señales de advertencia que pueden indicar problemas subyacentes en nuestra salud mental y emocional. A continuación, exploraremos algunas de las principales red flags a considerar y cómo enfrentarlas de manera efectiva.

Principales Red Flags en uno mismo y cómo afrontarlas

1. Negación de emociones

La evitación emocional es la raíz de muchos de los problemas en psicología. Algunos ejemplos de ello son: notar que no podemos llorar, evitar situaciones que nos ponen nerviosos, no querer expresar lo que sentimos, etc.

Es común que, en mayor o menor medida, las personas evitemos sentir esas emociones que nos son desagradables. Aun así, el hacerlo conlleva mayores problemas, como puedes ver en nuestro blog “¿Por qué tenemos emociones?”. Para poder superar ese miedo a la propia emoción, no queda otra que permitirnos sentir y expresar nuestras emociones. La música puede ser un buen vehículo para canalizarlas, de la misma forma que hablarlas con alguien de confianza puede aliviarlas mucho. Si temes ser juzgada/o, también puedes escribir sobre ello, o buscar ayuda con un profesional de la psicología general sanitaria.

Negar las emociones

2. Aislamiento social

Socializar es un acto inherente en el ser humano. Cuando nos aislamos puede ser por varias razones: por vergüenza, por tristeza, por ansiedad social, entre otros. No se trata de socializar más o menos, sino de no sentirnos solos. Para ello, cada uno necesitará una dosis social distinta.  Para afrontar esa dificultad, puedes empezar por socializar de la forma en que te sea más fácil: por chat, con la familia… También puedes apuntarte a alguna actividad que te apetezca, y conocer así gente afín a tus gustos y ampliar tu círculo.

3. Autoexigencia excesiva

Establecer estándares poco realistas para uno mismo solo genera estrés y frustración constante. Esto suele detectarse mediante verbalizaciones autocríticas y mediante la rigidez en la evaluación de uno mismo.   Para ello, será necesario aprender a establecer metas alcanzables y a celebrar tus logros, por pequeños que sean. Puedes empezar por intentar detectar esas frases que te dices, y cambiarlas por otras más compasivas. También puedes intentar hacer un listado de tus logros a lo largo del día, incluyendo pequeñas cosas, como haber llegado a tiempo al trabajo, o como haber hecho esa tarea de la casa que siempre pospones.

Autoexigencia excesiva

4. Comparación continua

Compararse con los demás es algo que va en aumento de cada día, y que ocasiona, mantiene o agrava problemas de autoestima. Uno de los factores que más ha empujado esa tendencia son las redes sociales. Esa comparación se da en cuestiones de imagen y aspecto físico, pero también en cuestiones de éxito, económicas y de actividades de ocio.  El acto de compararse entra dentro de la normalidad si no es muy frecuente y nos ayuda a mejorar y a inspirarnos en personas que nos gustan. Sin embargo, si notas que lo haces a menudo o si te ocasiona malestar o envidia, limita el tiempo que pasas en redes sociales y enfócate en tu propio progreso. Recuerda que cada persona tiene su propio camino y ritmo.

Comparación continua

5. Falta de autocuidado

Podríamos distinguir dos niveles. El primero tendría que ver con descuidar hábitos saludables como la alimentación, el ejercicio y el sueño. El segundo sería dejar de acceder a esas actividades que me resultan agradables, como pasear, practicar algún deporte, verte con otras personas, pasar tiempo con la familia, etc. Tanto unas como otras repercuten muchísimo en nuestra calidad de vida, y si presentamos dificultades en alguna nos encontramos peor. Puede haber varias razones para que se descuiden tanto unas como otras, pero un factor que suele dificultarlas todas es la falta de tiempo y el estrés. Si vemos que hemos dejado de hacerlas o que tenemos dificultades en mantenerlas, debemos pararnos y analizar qué nos lo está impidiendo. Quizás debamos reconsiderar nuestras prioridades y cómo economizamos el tiempo.

6. Sensación de estrés continua

Por desgracia, la sociedad actual tiene muy normalizado el estrés en su día a día. Es normal y deseable mantener cierto nivel de activación que nos permita seguir los quehaceres diarios. Sin embargo, es fácil que, entre el trabajo y la vida personal, las responsabilidades y las tareas nos sobrepasen y tengamos la sensación de ir corriendo a todas partes. Los niveles de cortisol elevados durante largos periodos de tiempo pueden tener consecuencias en nuestro estado de ánimo: estamos más alerta e irascibles, mentalmente agotados, nos cuesta prestar atención, etc.

A veces, podemos llegar a no saber controlar ese estrés, por lo que puede rozar un límite patológico y pasar a ser considerado ansiedad. En esos casos, la mejor opción es pedir ayuda psicológica para aprender a gestionarla. Sin embargo, gestionarla también va a pasar por analizar cuál es el origen contextual de esa ansiedad. Muchas veces, el estrés y la ansiedad pueden ser la última red flag que nos manda el cuerpo para hacernos dar cuenta de eso que nos hace mal (por ejemplo: no saber poner límites, aguantar en una relación que no nos satisface, tener un trabajo que no nos llena, etc.).

Reconocer estas red flags es el primer paso para romper patrones negativos y comenzar a fortalecer tu amor propio. A través de la reflexión y la acción, puedes aprender a establecer límites, expresar tus necesidades y a promover los cambios necesarios para tu bienestar. Recuerda que el bienestar emocional es un viaje continuo, y cada paso que das hacia el reconocimiento y la superación de estas señales es un paso hacia una vida más equilibrada y satisfactoria.

Guillem Nicolau Coll
Psicólogo General Sanitario
Nºcol.: B-02773