Expresiones como “tiene una personalidad fuerte” o “tiene mucha personalidad” son muy comunes en el día a día. Cuando escuchamos el término “personalidad”, casi todos sabemos qué entender: solemos pensar en cómo actúa alguien en su entorno, si es una persona simpática, sensible, tímida… En concreto, “tener mucha personalidad” significa socialmente ser una persona muy asertiva, incluso agresiva en ocasiones, aunque esto no tenga ninguna fundamentación científica. Ahora bien, en realidad, si nos pidieran que definiéramos con precisión qué es la personalidad, muchas personas no sabrían qué responder exactamente, pues es un término complejo que abarca mucho. En esta entrada lo aclararemos un poco.
En realidad, es necesario comenzar aclarando que en la actualidad aún no existe consenso en torno a qué características o dimensiones concretas de los individuos determinan su personalidad, aunque sí que se han desarrollado diversas teorías para tratar de dar una explicación (o, al menos, alguna aclaración) a la polémica. Entre estas, destacan:
- El modelo de los dieciséis factores (R.B. Cattell, 1995): el autor realizó una extensiva labor de recopilación de datos, agrupándolos en tres tipos: datos L (observando directamente a los individuos, fijándose en su comportamiento ante determinadas situaciones), datos Q (autoinformes realizados por los participantes del estudio, que expresaban cómo se percibían a ellos mismos) y datos T (test o pruebas objetivas y estandarizadas). Con ellos, propuso la existencia de dieciséis características de la personalidad, cada una de ellas en realidad doble (el estado más fuerte y el más débil de la característica). Entre estos, destacan los adjetivos “reservado-abierto”, “sumiso-dominante”, “práctico-imaginativo”, “confiable-suspicaz” y “relajado-tenso”. Cada pareja contaría como una característica de las que encontró el autor, por lo que habría dieciséis parejas. Además, demostró la existencia de otros cuatro factores, que surgirían de la combinación de todos los demás: introversión-extraversión, poca-mucha ansiedad, susceptibilidad-tenacidad, y dependencia-independencia.
- El modelo de tres factores (H. J. Eysenck, 1967): el autor plantea tres dimensiones principales en la personalidad de los individuos. Estas serían el psicoticismo (opuesto a “control de impulsos”, se refiere a rasgos como la agresividad o la impulsividad), la extraversión (incluye el grado de sociabilidad, la dominancia…) y el neuroticismo (opuesto a “estabilidad”, incluye, entre otros, el nivel de ansiedad y la autoestima del individuo).
- El modelo de dos factores de J. Gray (1970): modificando un poco el modelo propuesto por Eysenck, Gray propuso la existencia de dos factores principales en la personalidad humana, la ansiedad y la impulsividad. La ansiedad consistiría en un alto grado de introversión y de neuroticismo, mientras que la impulsividad se originaría de la combinación entre extraversión y neuroticismo.
- El modelo de los cinco grandes de Costa y McRae (1992): defiende la existencia de cinco dimensiones de personalidad. Estas serían la extraversión, la estabilidad emocional (neuroticismo), la sensibilidad a las relaciones personales, la voluntad/minuciosidad y la apertura a la experiencia. Es interesante mencionar que todavía hay debate respecto a si estas características son heredadas o aprendidas, aunque se tiende a pensar que todas tienen un fuerte componente heredado, y no tanto social (adquirido). Este es uno de los modelos más aceptados en psicología.
Sin embargo, con el tiempo han ido surgiendo otro tipo de modelos, los interaccionistas, que defienden que estudiar la personalidad desde el punto de vista del rasgo únicamente, con adjetivos estancos, no tiene demasiado sentido. Estos nuevos modelos defienden que la personalidad es algo relativamente cambiante (aunque tenga unos componentes estables) que hay que analizar teniendo en cuenta la situación en la que se da. Así, por ejemplo, una persona puede ser muy extrovertida en su familia, pero introvertida en el trabajo, y los modelos previos no serían capaces de captar esta diferencia.
La conciliación de ambos puntos de vista (el interaccionismo y el de búsqueda de adjetivos para definir la personalidad) ha dado lugar en la actualidad a una visión mucho más completa del concepto de personalidad. Se piensa que el individuo nace con ciertos rasgos que no puede cambiar como tal, pero que aprende a adaptarlos a la situación en la medida de lo posible (con unos límites biológicos). Por ejemplo, hay personas con un alto índice de ansiedad, que aprenden a controlarla con técnicas psicológicas. Esto significa que la personalidad es algo relativamente cambiante o modificable y que depende de mucho más que de ciertos patrones genéticos como, por ejemplo, cómo nos sentimos en un momento determinado.
En conclusión, no existe una definición única de personalidad, y según ha avanzado la investigación científica, el término se ha ido convirtiendo en algo más amplio y abstracto. Lo que sí se sabe es que tenemos cierto control sobre cómo somos y cómo actuamos ante la vida, así como que no debemos pensar que solo por haber nacido con ciertos rasgos, estamos necesariamente condicionados por ellos.
Referencias
Cattell, R. B., & P. Cattell, H. E. (1995). Personality structure and the new fifth edition of the 16PF. Educational and Psychological Measurement, 55(6), 926-937.
Costa Jr, P. T., & McCrae, R. R. (1992). Four ways five factors are basic. Personality and individual differences, 13(6), 653-665.
Gray, J. A. (1970). The psychophysiological basis of introversion-extraversion. Behaviour research and therapy, 8(3), 249-266.
Eysenck, H. J. (1967). The biological basis of personality (Vol. 689). Transaction publishers.
Xavi Ponseti
Col. Nº B-03138