Vivimos en una sociedad cada vez más envejecida, en la que el aumento de la esperanza de vida juntamente con la alta natalidad producida en el conocido periodo de “baby boom” ha derivado en un porcentaje cada vez más alto de personas mayores de 65 años.
Estos datos sugieren una posible dificultad en satisfacer las necesidades asistenciales de dicha población, debido a la falta de personal sanitario y crecientes gastos públicos en asistencia sanitaria. De este modo, se vuelve relevante una perspectiva sobre cómo poder ayudar y potenciar el bienestar de este colectivo.
El autoconocimiento, la madurez personal, las experiencias y vivencias que se van sumando a lo largo de la vida, son elementos imprescindibles para fortalecer la autoestima de personas mayores. Se podría pensar que con el pasar de los años, y teniendo en cuenta los factores mencionados, la autoestima aumenta de forma estable y lineal, pero en la mayoría de los casos no es así. Es frecuente encontrar un decaimiento de bienestar y autoestima en las personas mayores.
- ¿Cuáles son las causas de este decaimiento?
Es cierto que hay una disminución de capacidades físicas, energéticas, de movilidad que impiden llevar el mismo ritmo de vida, pero hay también una mirada social que aumenta aún más la falta de confianza en sí mismos. La autocreencia de una incapacidad física o de un deterioro cognitivo, lleva a las personas de la tercera edad a tener una baja autoestima y menor motivación. Esta autocreencia está fomentada por los estereotipos que solemos tener sobre las personas de una edad avanzada. Todos utilizamos estereotipos a diario, nos ayudan a simplificar la realidad, el problema es que, al categorizar, generalizamos y podemos caer en percepciones erróneas. El estereotipo de una persona de edad avanzada conlleva el prejuicio de la falta de competencia y el bajo rendimiento físico, entre otros. Por lo tanto, los estereotipos suelen ser útiles, lo que no implica que su uso no sea prejuicioso.
- ¿Cómo podemos ayudar?
Cuando ofrecemos ayuda a alguien, en especial si no la ha pedido, debemos tener cuidado con la forma en que lo hacemos. Nedler y Fisher hablan de un “modelo de amenaza a la autoestima”, en el que desarrollan el peligro de ayudar sin un pedido previo. Es cierto que ayudar nos hace sentir mejor con nosotros mismos, pero si uno ayuda sin necesidad, el receptor lo puede percibir como una amenaza. Hay varios agravantes a esta situación que hacen que la amenaza se sienta aún peor. En la sociedad en la que vivimos, es muy valiosa la independencia y autonomía personal. Cuando uno ayuda, quita en parte esa independencia y hace sentir al receptor como alguien no suficiente. En el caso de los adultos mayores esto es recurrente. Muchas veces ofrecemos ayuda para cruzar la calle, para hacer las compras, para cocinar, cuando en realidad no nos la han pedido. El dañar la autoestima puede tornarse en un problema cuando la persona mayor comienza a sentirse inferior, incapaz, y hasta puede empeorar su rendimiento en todos los hábitos de su vida, físicos y mentales, ya que terminan creyendo ellos mismos que son incapaces.
Por lo tanto: ayudar cuando lo solicitan, otorgar responsabilidades dentro de sus posibilidades como cuidar a sus nietos, hacerles saber que son capaces de aportar utilidad, pedirles consejos, escuchar sus historias y valorar su opinión, hablarles de adulto a adulto sin tratarlos como si fueran niños, son algunas de las tantas cosas que podemos poner en práctica para que la autoestima de los mayores mejore.
Bibliografía:
Fisher, J. D., Nadler, A., & Whitcher-Alagna, S. (1982). Recipient reactions to aid. Psychological Bulletin, 91(1), 27.
Xavi Ponseti
Col. Nº B-03138