La maternidad es, sin duda, uno de los viajes más profundos y desafiantes que una mujer puede emprender. Aunque está llena de alegría, crecimiento y amor, también conlleva muchas incertidumbres y presiones, frecuentemente agravadas por las expectativas y juicios sociales. Las críticas sobre la crianza han existido desde siempre, pero con el auge de las redes sociales, se han amplificado y convertido en un fenómeno generalizado.
El término “mom-shaming” significa avergonzar a las mamás. Normalmente este fenómeno toma la forma de comentarios, sugerencias, críticas o incluso humillaciones sobre las decisiones que toman las madres respecto a la crianza de sus hijos. Todas estas críticas empiezan ya desde antes de que una mujer sea madre, en el momento en el que se cuestiona su deseo de ser madre o de no serlo. Y a partir de aquí, la lista es interminable: tipo de parto, de lactancia, de colegio… prácticamente ante todas las decisiones que tiene que tomar, hay varias posturas que no suelen tardar en hacerse notar entre las personas que rodean a la mujer. Algunas de las frases más habituales son: “¿Cómo no le vas a dar el pecho?”, “En serio le dejas que coja la comida con las manos?”, “Si tu hijo/a hace rabietas delante de la gente, es porque no le estás educando bien”, “¡Qué irresponsabilidad dejar que vaya solo/a a ese sitio!”. Habitualmente son críticas poco constructivas y no solicitadas, que lo único que consiguen es que muchas madres sientan un elevado nivel de ansiedad y acaben cuestionándose todo lo que hacen. Por ello, desde la psicología general sanitaria es importante detectar ese fenómeno y aprender a gestionarlo.
¿Por qué ocurre el “mom-shaming”?
Las madres son el blanco de la crítica con mucha más frecuencia que los padres, lo que refleja una forma más del sexismo persistente en nuestra sociedad, ya que se espera en mayor medida que ellas sean las máximas responsables de la educación de los hijos. Con la entrada de las mujeres al mundo laboral, las tareas del hogar y el cuidado de los hijos debería estar más equilibrado, y aunque es cierto que de cada vez hay más implicación por parte de los padres, en la mayoría de las familias, el gran peso de esta tarea recae sobre la madre. Muchas mujeres se ven sobrecargadas intentando compaginar de forma impecable su trabajo, las tareas del hogar, el cuidado de los hijos y un largo etcétera de otras tareas, generándose un nivel de autoexigencia enorme.
Lo sorprendente, o quizás no tanto, es que suelen ser otras mujeres las que realizan este tipo de críticas. Eso es debido a que la sociedad ha inculcado a las mujeres ciertos estándares y expectativas sobre la maternidad que muchas interiorizan y, a su vez, reproducen. Además, el modelo patriarcal tradicional ha enseñado a las mujeres a competir entre ellas y a no cooperar. Por ello, muchas de estas mujeres acaban siendo víctimas de sus propios pensamientos al creer ciegamente que otras personas (especialmente otras madres) las están juzgando por innumerables razones. Otras también acaban criticando a otras madres como una forma de protegerse de la inseguridad que sienten respecto a sus propios métodos de crianza.
Como se ha comentado anteriormente, el auge de las redes sociales ha contribuido a que este fenómeno sea mucho más generalizado. Estas plataformas permiten obtener y compartir información (no siempre verídica) de manera muy rápida, lo cual promueve con más frecuencia que se produzcan juicios apresurados sobre las decisiones parentales de los demás. Además, esta sobrecarga de información puede generar la sensación de que nunca se está haciendo lo suficientemente bien en la crianza.
Además, los métodos de crianza van cambiando con el tiempo y se van adaptando a las necesidades sociales, a los diferentes modelos de familia, a la cantidad de información disponible sobre la crianza… Estos cambios también contribuyen a que personas de generaciones anteriores que han vivido otro tipo de crianza, como los abuelos, critiquen con más frecuencia los métodos más actuales.
¿Cuáles son las consecuencias del “mom-shaming”?
- Genera un impacto emocional negativo sobre la mujer: ansiedad, inseguridad constante, sensación de hacerlo todo mal o de no hacerlo lo suficientemente bien.
- También puede ocasionar que la madre dude y acabe tomando decisiones que no van acorde con lo que encaja más con ella y con sus valores, sino con lo que el entorno le sugiere o demanda.
- El miedo a ser criticadas por sus decisiones puede llevar a que se aíslen socialmente, disminuyendo así las probabilidades de ser juzgadas, pero reduciéndose también su red de apoyo.
- También influye en los niños. Criarse en un ambiente en el que se tiene que hacer todo perfecto y en el que la madre está constantemente estresada, puede generar más ansiedad y sentimientos de culpa en los niños.
¿Cómo combatir el “mom-shaming”?
Al ser un problema significativo dentro de la sociedad actual, se requiere un esfuerzo colectivo basado en educar, empatizar y apoyar a las madres en sus decisiones de crianza:
- Solidarizándonos con otras mujeres (seamos madres o no). En lugar de juzgar sus decisiones, brindarle apoyo, ya sea escuchándola atentamente, ofreciendo ayuda práctica o simplemente expresando palabras de ánimo. A esta forma de solidaridad entre mujeres se la denomina sororidad.
- Concienciándonos de que la responsabilidad sobre la crianza de los hijos tiene que ser compartida con el otro progenitor, tanto en público como en privado.
- Informándonos y educándonos sobre diferentes estilos de crianza, siendo conscientes de que hay muchas opciones válidas y que nuestra opinión no tiene por qué encajar con el estilo de otros padres ni con sus valores, y que no siempre es necesario expresarla. Cada madre y cada niño son únicos y no existe una forma correcta de crianza.
- Cuidándonos y priorizándonos. Fomentar nuestra salud mental, sacar tiempo para nosotras y creernos que lo estamos haciendo lo mejor que podemos, y que querer a nuestros hijos y demostrárselo día a día es mucho más importante que satisfacer los comentarios de otras personas.
- Denunciando los comentarios negativos que recibamos o presenciemos, ya sea cara a cara o a través de las redes sociales, para prevenir comportamientos abusivos y para mostrar apoyo a la persona que los reciba.
- Las redes sociales pueden utilizarse también para combatir este fenómeno. En este sentido, han surgido ciertos grupos que protestan contra el “mom-shaming”, como el gran conocido club de las malas madres, y muchos más.
Si te interesa, puedes leer más artículos que te ayuden a combatir el mom-shaming u otro tipo de situaciones (Cómo poner límites a los demás, El autocuidado, Autocompasión).
A modo de conclusión, es mejor ser una madre real y sentirte bien contigo misma, que intentar ser una “super-madre” que llega a todo (lo cuál no es posible por mucho que nos esforcemos) y que va sobrecargada constantemente. Podrás dedicar más tiempo de calidad a tus hijos cuando te despegues de las “ataduras” de intentar ser la madre perfecta. Además, les estarás ofreciendo un aprendizaje muy importante: no tienen por qué hacerlo todo perfecto y serán igualmente válidos.
Si crees que necesitas ayuda para transitar la maternidad y las consecuencias asociadas al “mom-shaming”, no dudes en ponerte en contacto con nosotros para que podamos ayudarte.
Aina Fiol Veny
Psicóloga Col. Núm. B-02615