Todos sabemos que mantener la armonía en las relaciones de pareja puede ser complicado. A veces esta armonía se rompe sin previo aviso porque ocurre algo concreto, pero hay muchos otros casos en los que, sin darnos cuenta, la relación se ha ido deteriorando con el tiempo hasta que llega a un punto de no retorno. ¿Pero cómo ha podido pasar eso? ¿En qué momento empezamos a distanciarnos? Preguntas como estas han contribuido a que Gottman y Silver (2014) hayan intentado encontrar qué factores dentro de la pareja hacen más probable que la relación se deteriore. Con su investigación, han concluido que hay ciertas dinámicas internas negativas que si se realizan de forma repetida pueden desembocar en la ruptura de la pareja. Han llamado a estas acciones, “Los 4 jinetes del apocalipsis”.
- Las críticas
Hay una diferencia muy grande entre queja y crítica. Siempre tendremos alguna queja de alguien con quién tenemos una relación. Las quejas hacen referencia a una acción específica en la que tu pareja ha fallado. Por ejemplo:
“Estoy muy enfadado porque no has puesto el lavavajillas como habíamos quedado”.
Las críticas en cambio son juicios más globales e incluyen palabras negativas sobre el carácter o la personalidad de tu pareja. Las críticas van más allá e incluyen culpa. Por ejemplo:
“¿Por qué eres tan despistada? Odio tener que poner siempre el lavavajillas cuando te toca a ti. ¡Pasas de todo!”.
La crítica es muy común en las parejas (casi todas las parejas se critican en algunos momentos). El problema es que, si estas se producen muy frecuentemente, abren camino a los otros jinetes que suelen ser más peligrosos para la pareja.
- El desprecio
El desprecio puede mostrarse de muchas formas (sarcasmo, escepticismo, insultos, poner los ojos en blanco, la burla o el humor hostil…). El desprecio envenena poco a poco las relaciones porque implica disgusto. Es complicado resolver un problema cuando tu pareja está recibiendo el mensaje de que estás disgustado con ella. Este jinete aumenta siempre el conflicto en lugar de favorecer la conciliación.
Un ejemplo de desprecio lo podemos ver en la conversación siguiente. A María le molesta que Juan no limpie el baño como ella cree que se tendría que limpiar:
“Mientras que yo me tiro tres horas limpiando la cocina, tú en dos minutos has limpiado el baño. Eso dice mucho de ti y de lo que se implica cada uno en esta casa. Luego tengo que ir detrás de ti limpiando lo que ya has hecho. Eres un egoísta”.
Juan le explica que él siempre ha limpiado el baño así y que no sabe cómo hacerlo de otra forma, pero María no hace caso a su explicación y sigue en sus trece. Juan lo intenta de otra forma y le dice:
“Si me ayudaras a limpiar el baño las primeras veces, ya sabría cómo hacerlo mejor. ¿Qué te parece si lo hacemos así?”.
Pero ella no aprovecha esta oportunidad de conciliación y sigue con el desprecio:
M: “¿Encima tendré que ayudarte yo a limpiar el baño? ¿Cuántas veces me has ayudado tú a limpiar la cocina?”.
J: “Muy bien, si tú me ayudas a limpiar el baño, yo te ayudaré con la cocina”.
M: “Sí, anda, lo que me faltaba (ríe irónicamente). Tener que ir detrás de ti también para limpiar la cocina. A ver si te has creído que soy tu madre”.
Parece que María no está dispuesta a encontrar una solución, sino que lo que busca es pelea. El desprecio se exacerba por guardar pensamientos negativos sobre la pareja durante mucho tiempo y que estas situaciones de conflicto no se resuelvan. Seguramente, la primera vez que María comentó este tema, hizo una queja sencilla del tipo “Creo que deberías prestar más atención cuando limpias el baño.”, pero al no llegar a un acuerdo y tal vez no haber cambio por parte de Juan, estos pensamientos y emociones negativas se fueron acumulando, y con el tiempo todo esto ha ido saliendo de cada vez más en forma de desprecio.
- Actitud defensiva
Con el desprecio que le está mostrando María, es lógico que Juan se defienda. Aunque es comprensible que haga esto, las investigaciones demuestran que con ello raramente se consigue lo que se pretende.
Vamos a ver un ejemplo siguiendo con el mismo caso.
J: “Creo que, si me ayudaras las primeras veces, luego podría hacerlo yo solo, así como te gusta”.
M: “Ya, como cuando te enseñé a doblar la ropa. ¿Aprendiste a hacerlo? La ropa que doblas tú ya sé que se va directa al montón para planchar” (burla y desprecio).
J: “Intento hacerlo lo mejor que puedo y no creo que lo haga tan mal. Además, con el tema del baño, me he pasado toda mi vida limpiándolo así y no he cogido ninguna infección” (actitud defensiva).
M: “Ah qué bien, pues si el señor no ha cogido ninguna infección, estamos salvados” (sarcasmo).
El miembro de la pareja que opta por la actitud defensiva no suele ceder ni pedir perdón porque en realidad es un modo de culpar a la pareja. Lo que interpreta el otro cuando nos defendemos es “el problema eres tú, no yo”. Esto contribuye a que el otro miembro se afiance más en su postura y se agrave el problema. Con esta actitud defensiva, no gana nadie, y la pareja pierde.
- Actitud evasiva
Cuando llevamos un tiempo en el que las críticas y el desprecio generan una actitud defensiva, al final alguno o ambos se distancian, y aparece el cuarto jinete.
Imaginemos a Carla y Pedro. Cuando ella queda con sus amigas y vuelve a casa, Pedro suele entrar en una dinámica de críticas hacia ella porque cree que no pasan suficiente tiempo juntos. Con el tiempo, Carla ha aprendido a callarse y a distanciarse, pero cuanto más se distancia ella, más le grita él. Al final opta por irse de la habitación para evitar la pelea, pero esto pone en peligro la relación ya que no da espacio para que se solucione el conflicto. Actúa como si no le importara lo que el otro dice, como si no lo oyera.
P: “Siempre me dices que no cuando te digo de ir a hacer algo, pero luego bien que quieres salir con otras personas”.
C: “No es verdad, cada viernes vamos a cenar, ¿o no te acuerdas? Pero sabes que llevo un ritmo de trabajo muy alto y eso hace muchos días acabe muy cansada y no me apetezca”.
P: (se echa a reír) “Para salir con los demás no estás tan cansada”.
C: “Sabes que no es lo mismo ¿En serio me vas a recriminar que quede con mis amigas una vez al mes? Siempre estamos igual, esto es agotador…”
P: “Claro que sí, todo lo que me incluye a mí es agotador. Si te lo dijeran tus amigas, no te cansaría tanto”.
C: (baja la vista sin decir nada; evasión).
P: ¿Es así o no?
C: (sigue evadiéndose en silencio, no lo mira ni expresa nada).
S: “¿No tienes nada qué decir?”.
C: (silencio y se va de la habitación).
Esta actitud contribuye a que Pedro sienta que a Carla no le importa lo que él le dice y a que no se solucione el conflicto. Poco a poco, esta pareja se irá distanciando más y más.
El hecho de que de vez en cuando aparezcan estos jinetes en nuestra relación de pareja no implica necesariamente que se vaya a deteriorar, pero si se manifiestan de manera frecuente es más probable que eso ocurra. Si te sientes identificado/a con lo que acabas de leer y crees que podemos ayudarte a mejorar tu relación de pareja, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.
Referencias:
Gottman, J.M. y Silver, N. (2012). Siete reglas de oro para vivir en pareja. Un estudio exhaustivo sobre las relaciones y la convivencia. Barcelona: Penguin Random House Mondadori
Psicóloga Col. Nº B-02615