A momentos, invaden nuestro pensamiento por completo, causando una revolución interior. Algunas de ellas decidimos compartirlas con los demás, incluso llevarlas a la práctica. El resto, suelen mantenerse en secreto para disfrutarlas en la más estricta intimidad. Sí, nos referimos a las fantasías sexuales. Una herramienta al alcance de todos/as para gozar de un momento de placer.
¿Qué es una fantasía sexual?
Las fantasías sexuales son ideas, representaciones imaginarias, imágenes (generalmente de carácter erótico) que produce nuestra mente y que pueden dar lugar a sensaciones placenteras e, incluso, a un estado de excitación sexual.
Pueden ser situaciones sexuales que no han ocurrido, recuerdos de algo que hemos visto, historias pertenecientes a nuestra biografía sexual, y un largo etcétera. Un aspecto importante de las mismas es que son privadas, personales y se caracterizan por una enorme diversidad, es decir, existen tantas como personas.
¿Para qué nos sirven?
Las fantasías se utilizan como inductores internos del deseo y la excitación y pueden usarse durante la masturbación, las relaciones sexuales en pareja o, únicamente, para sentir excitación sexual. Podría decirse que son el mejor afrodisíaco y, por suerte, está en nuestra mente.
Hombres y mujeres las experimentamos a lo largo del día y existen algunas diferencias en las fantasías de unos y otras. Por lo general, las mujeres son más imaginativas y emotivas, incluso románticas, y se imaginan en un rol pasivo. Es decir, suelen recrear historias con algún argumento, se guían más por el sentido del oído y prefieren imaginar lo que la otra (u otras personas) les hacen. Los hombres se centran más en aspectos visuales, en la acción y tanto se imaginan en un rol activo como pasivo. Ellos prefieren recrearse más en imaginar zonas concretas del cuerpo (pecho, trasero, genitales…) y pueden verse como “héroes sexuales” o como individuos seducidos y/o sometidos. Aunque, evidentemente, esto solo son estadísticas. Muchas personas pueden sentirse excitadas por fantasías más asociadas al otro sexo y eso no tiene nada de malo.
La finalidad de las fantasías eróticas no es otra que la mejora de la sexualidad, ya sea compartida o individual. Es sabido que aquellas personas que fantasean con regularidad están más satisfechas sexualmente. Por tanto, nos permiten experimentar con nuestra imaginación y sentirnos libres de recrear cualquier elemento que nos pueda conducir al placer.
¿Qué pasa cuando me siento culpable por fantasear o por tener ciertas fantasías?
A pesar de que la mayoría de personas no sufre por el contenido de sus fantasías, algunas pueden llegar a sentirse culpables o avergonzadas por considerar sus fantasías como algo inmoral, inaceptable o anormal. Por ejemplo, cuando se fantasea con actos prohibidos o, cuando se tiene pareja, imaginar a una persona distinta.
Pero las fantasías suelen distar bastante de lo que haríamos o de lo que nos gustaría que pasara. Son solo eso: fantasías. Y estas son distintas de los deseos y de las conductas.
La fantasía, como hemos comentado anteriormente, es algo que pertenece al terreno de la imaginación: pensamientos, imágenes o ideas que nos producen excitación sexual y cuyo contenido puede no tener nada que ver con algo que realmente queramos hacer. Los deseos son igualmente pensamientos, imágenes o ideas que nos excitan pero la diferencia es que sí queremos llevarlos a la práctica y que traspasen la barrera de la imaginación a la realidad. Finalmente, las conductas son el resultado de esa excitación que se consigue mediante las fantasías y los deseos, es decir, son las prácticas que llevamos a cabo y que pueden tener que ver o no con aquello que fantaseamos.
Por ejemplo, se puede tener la fantasía de realizar un trío con la propia pareja y otra persona, tener el deseo de llevarlo a la práctica y, si a las otras dos personas implicadas les apetece también, es algo que puede materializarse en la realidad en forma de conducta. Pero también puede suceder que se tengan fantasías menos normativas, como podría ser una fantasía donde una mujer se imagine sometida a la voluntad de un grupo numeroso de hombres y que imaginarse eso a esa mujer la excite, pero que sea algo que jamás desearía llevar a la práctica y mucho menos algo que podría acabar haciendo.
Cabe recordar que las fantasías están en nuestra mente y eso no implica querer hacerlas realidad. Son algo privado y somos únicamente nosotros/as los/as que decidimos que hacer o no con ellas.
¿Qué pasa si decido llevarlas a la práctica o compartirlas?
En último término, eso es una decisión que le corresponde a cada uno/a y en la que nadie más puede mediar.
Compartir las fantasías con nuestra pareja es algo personal y es tan lícito hacerlo como no hacerlo. Compartirlas puede enriquecer la vida sexual de la pareja, provocando excitación a ambos miembros e incluso se puede plantear el llevarla a la realidad. Susurrar una fantasía al oído de nuestra pareja puede ser algo divertido, muy erótico y dar lugar a elevados niveles de excitación.
Pero también tiene sus riesgos. Puede que lo que excite a una parte, no le guste o le provoque celos o inseguridad a la otra parte. Además, llevar las fantasías a la realidad no tiene por qué ser tan gratificante como se imagina ya que en la imaginación todo está controlado y sucede a nuestra medida
Es por ello que si nos planteamos compartirlas o llevarlas al terreno de la realidad, conviene tener en cuenta algunas recomendaciones
– Asegurarnos de que la fantasía que se vaya a compartir también va a resultarle excitante a la otra persona.
– Tener en cuenta que no hace falta ser siempre 100% sinceros/as. Hay que ser conscientes del tipo de fantasía que se quiere compartir ya que decirle a nuestra pareja que fantaseamos con alguien que conoce o alguna persona allegada puede que no sea del todo bien recibido, por ejemplo.
– Valorar si merece la pena generar un conflicto, si es que pensamos que puede ocurrir, por algo que sólo existe en la imaginación, ya que fantasear con personas distintas a la pareja no implica infidelidad y puede que a la otra parte no le resulte agradable conocer esa información.
– Plantearse si se está preparado/a para afrontar eso que se desea convertir en una conducta, así como las consecuencias de dicho acto.
- Las fantasías eróticas… ¿se pueden potenciar?
Una forma de alimentar nuestra creatividad en este ámbito es la literatura y las películas o contenidos eróticos que se pueden encontrar a través de Internet. Actualmente existen gran cantidad de libros con contenido erótico de lo más diverso, películas pornográficas de todo tipo de temáticas, etc. También está al alcance de todos/as el universo de los juguetes eróticos, así como las reuniones de juguetería erótica donde se pueden encontrar y conocer nuevas formas de obtener placer y aumentar el gran abanico de posibilidades existente en ese terreno.
Compartir las fantasías con la pareja, si esta se muestra receptiva, es otra forma de aumentar la creatividad erótica, además de poder recrear alguna juntos/as. Escribir alguna de nuestro puño y letra también puede ser muy inspirador para activar nuestra mente y ponerla a pensar en clave erótica.
Y, por supuesto, si las fantasías sexuales son algo que causa ansiedad o desagrada a quien las tiene, si después de usarlas la persona se siente mal, esto podría ser una señal indicativa para buscar ayuda de alguien especializado/a para hacer frente a la angustia y afrontar las dificultades. Si este es tu caso o quieres más información sobre todo lo expuesto, puedes ponerte en contacto con nosotras y haremos todo lo posible por ayudarte.