Una persona que padece un trastorno límite de la personalidad se moverá habitualmente en los extremos en cuanto a sus emociones se refiere y le será muy difícil encontrar un término medio. Por este motivo, varios autores han descrito el trastorno límite de la personalidad utilizando la dualidad fuego y hielo. Para hacernos una idea, imaginemos a alguien que pasa de conocer a una persona y notar que nunca ha sentido una conexión tan especial, a no querer saber nada de esta persona a los pocos días después, o de sentirse extremadamente triste y no querer ver a nadie, a sentirse muy alegre y ser el alma de la fiesta pocas horas más tarde. Las personas que presentan estas características suelen ser muy sensibles a las circunstancias de su entorno y suelen experimentar reacciones emocionales muy intensas, normalmente, desproporcionadas a la situación que las provoca.
Según la última edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), el trastorno límite de la personalidad se define como un patrón de inestabilidad en las relaciones con los demás, en cómo se ve uno mismo y en cómo experimenta sus emociones, y que se caracteriza por una marcada impulsividad. Este patrón comienza en las primeras etapas de la vida adulta y se manifiesta en diferentes contextos de la vida de la persona (familiar, laboral, pareja…). Algunos de los síntomas más frecuentes que pueden presentar personas con este diagnóstico serían los siguientes:
- Esfuerzos desesperados por intentar evitar un abandono o rechazo, real o imaginado, por parte de otras personas. Estos temores se relacionan con una intolerancia a la soledad y pueden implicar la creencia de “me abandonan porque soy malo”.
- Relaciones interpersonales intensas e inestables en las que se alternan los extremos entre idealización y devaluación de la otra persona. De esta manera, pueden exigir a la otra persona cosas demasiado pronto (como pasar mucho tiempo juntos o compartir detalles demasiado íntimos). Si la otra persona no cumple con estas exigencias, pueden pasar a desilusionarse muy rápidamente y cortar lazos de forma repentina.
- Cambios rápidos de la identidad y la imagen propia que implican modificaciones en las metas, los valores personales y/o las aspiraciones profesionales. Por lo general, suelen tener una imagen de sí mismos negativa que se intensifica cuando se sienten desamparados sin una relación interpersonal significativa.
- Impulsividad en dos o más áreas potencialmente dañinas para la persona, como, por ejemplo, sexo sin protección, consumo de drogas, gastar de manera irresponsable, jugar patológicamente, darse atracones de comida, etc.
- Intentos o amenazas recurrentes de suicidio o comportamientos autolíticos, que normalmente suelen producirse cuando la persona se siente frustrada porque no se han cumplido sus expectativas o tiene miedo de que alguien la “abandone”.
- Cambios repentinos de humor (ansiedad, ira, irritabilidad, alegría intensa..) que suelen durar unas horas y pocas veces duran más de unos días, y que generalmente están relacionados con lo que ocurre a su alrededor y con esa idealización-devaluación que puede producirse no solamente hacia personas, sino también hacia situaciones en las cuales no se cumplen sus expectativas.
- Sentimientos crónicos de vacío.
- Enfados intensos e inapropiados o dificultad para controlar la ira, que pueden desembocar en discusiones intensas o peleas físicas. Después de expresar la ira, suelen sentir vergüenza o culpa, contribuyendo eso a la imagen negativa que tienen sobre sí mismos.
- Durante periodos de estrés pueden manifestar ideas paranoides o perdida de contacto con la realidad que pueden durar desde minutos hasta horas.
La presencia de estos síntomas, especialmente la impulsividad, la ira desmesurada, las exigencias en cuanto a las relaciones sociales y los constantes cambios de ánimo pueden influir en que las personas de su alrededor se alejen, dificultando tener relaciones afectuosas y duraderas. Todo esto contribuirá probablemente a incrementar ese miedo a la soledad y a que lleve a cabo aún más acciones destinadas a evitar el abandono.
Es importante señalar que el hecho de que una persona presente uno o varios de estos síntomas no quiere decir necesariamente que tenga un trastorno límite. Podemos poseer rasgos de personalidad concretos (como rasgos límites) y no por ello padecer un trastorno de personalidad. Debemos recordar que para realizar el diagnóstico de un trastorno mental se debe contar con una evaluación hecha por un profesional.
Si te sientes identificado con lo que acabas de leer, no te desanimes. Muchas personas que padecen este trastorno y que siguen un proceso terapéutico son capaces de aprender a regular mejor sus emociones, incrementar su autoestima y tener relaciones interpersonales significativas y saludables. Si tienes alguna duda o crees que podemos ayudarte, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.
American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). Arlington, VA: Author.
Caballo VE, Gracia A, López-Gollonet C y Bautista R (2004). El trastorno límite de la personalidad. En: VE Caballo (Coord.), Manual de Trastornos de la Personalidad: descripción, evaluación y tratamiento (pp. 137-160). Madrid: Síntesis.
Psicóloga Col. Nº B-02615