La restricción de salidas del domicilio a la que nos vemos obligados actualmente en nuestras comunidades, pone a prueba entre otras cosas algunas variables psicológicas que no suelen estarlo habitualmente o no en tanta intensidad. Dicha realidad, puede implicar algunas dificultades de manejo de ellas, por lo que os queremos dar algunas recomendaciones que pensamos pueden ayudar a hacer más llevadero el aislamiento.
¿Qué podemos esperar de nuestras emociones durante el estado de alarma?
Situaciones como el aislamiento social (tan importante como es en nuestra cultura la vida social), la privación estimular (mismos estímulos en nuestra casa hora tras hora), el abundante tiempo disponible… son algunos de los estímulos que pueden llevarnos a que baje nuestro estado de ánimo y aumente nuestra ansiedad, con todo lo que ello puede conllevar (insomnio o dificultades para dormir, llanto frecuente y/o abrupto, preocupaciones “en bucle”…).
¿Por qué causas principales nos sentimos así?
Una de las causas principales de este malestar es la confusión. Aunque estamos en una era donde la información está al alcance de todos a sólo un clic, también existe la misma velocidad en el “boca a boca” o en “fake-news”. Puede no quedar del todo claro qué se debe creer y qué no.
Además, la confusión va acompañada de incertidumbre. Incluso contando con información fidedigna y sintiéndose seguro con ella (lo cual no es necesariamente sinónimo) existe una fundamentada incertidumbre, debido a los cambios informativos que hay diariamente. Ese “no saber lo que va a pasar” es un intenso y conocido estresor para el ser humano. Todos necesitamos cierta dosis de percepción de control, sobre todo si la situación en la que nos encontramos la vivimos como desagradable.
Y ahí aparece la sensación de indefensión, que aparece cuando percibimos que tenemos nulo o escaso control sobre lo que nos ocurre. Ese “haga lo que haga no puedo evitar lo que está pasando” genera dos problemas principales; por un lado, el riesgo a no cumplir las medidas de prevención recomendadas, y por otro, un aumento de la probabilidad de mostrar sintomatología depresiva, que sabemos que está muy relacionada con dicha sensación de indefensión. Este último punto puede verse agravado si además se cuenta o se prevé inseguridad económica o laboral.
¿Cómo podemos afrontar estas emociones?
- Confiando en información fiable. Buscar fuentes de información fidedignas siempre, especialmente la OMS y el Ministerio de Sanidad. Podemos, por supuesto, tener en cuenta testimonios de profesionales sanitarios o consejos conseguidos por otras vías, pero tengamos siempre en cuenta que se trata de informaciones menos contrastadas y más susceptible de ser subjetivas.
- Mantener una rutina dentro del hogar, aunque nos sobre el tiempo. Estamos acostumbrados a una rutina y un orden, lo cual nos genera seguridad y percepción de control. Perder eso supone generarnos un estresor más, el cual nos podemos evitar sólo con algo de organización.
- Mantenernos conectados con los demás. Con las personas con las que compartimos vivienda, así como con las otras personas que queremos. Hablar de cómo nos sentimos, de lo que hemos hecho ese día y también (¿por qué no?) de lo que sentimos los unos por los otros, nos mantendrá conectados y queridos, y no multiplicará la sensación de aislamiento.
- Proponerse pequeños objetivos diarios. Nos ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos y a reducir el estrés.
- Estar centrados en el presente. Intentar reducir al máximo los pensamientos sobre lo que vendrá, ayudará a reducir la inquietud. Ejercicios de Mindfulness, como el Escáner Corporal por poner un ejemplo, pueden resultar útiles.
- Realizar actividades que nos hagan sentir útiles. Colaborar en la transmisión de información fiable, organización del hogar, realizar tareas en casa de esas que nunca encontramos un momento para hacer…
- Realizar ejercicio físico al menos una vez al día, ayuda a reducir el cortisol en sangre (la hormona del estrés) y nos aportará sensación de bienestar.
- Buscar espacio personal. Si vives en compañía, es importante buscarte ratos para estar contigo mismo, de las misma forma que los necesitas cuando estás en la rutina habitual (leer un libro en una habitación no compartida, puede ser un ejemplo sencillo).
- Respetar los espacios y objetos comunes de la casa (TV, ordenador, cocina, etc.), estableciendo rutinas u horarios, ayudará también a prevenir conflictos, otro de los estresores a evitar durante este estado de alarma.
- Centrar nuestra atención en los aspectos positivos de la situación: más tiempo para estar con nuestros familiares más directos o personas allegadas (con quien se comparte vivienda), reflexionar sobre qué puedo aprender de esta situación, tener presente que lo que estamos viviendo no durará siempre y podemos usar la experiencia para crecer como personas… Para ello, recomendamos realizar un registro diario de al menos un elemento positivo de cada día (una experiencia, un aprendizaje, un gesto que nos ha resultado agradable…).
¿Qué debo hacer si veo que me cuesta controlar mis emociones?
Si hay síntomas como los descritos durante este periodo de aislamiento social, no hay que alarmarse ni creer que se está cayendo en alguna patología psicológica. Probablemente, si no existía un problema psicológico previo, se tratará de una respuesta adaptativa a la situación, es decir, un conjunto de reacciones emocionales esperables dadas las circunstancias y no necesariamente preocupantes.
Pero si siguiendo las pautas descritas, los síntomas no remiten ni se ven manejados sino más bien aumentan, puede ser recomendable acudir a terapia psicológica. Y nuevamente, gracias a las nuevas tecnologías, no es necesario desplazarse hasta un centro de psicología para ello, sino que se puede solicitar una cita online.
Si ese fuera el caso, desde el Instituto Psicología-Sexología Mallorca estamos a vuestra disposición.