“Yo es que tengo un TOC”, “Cada día cambia de opinión, es muy bipolar…”. ¿Te suena haber escuchado algo parecido? Todos hemos oído en algún momento frases como estas o incluso podemos haberlas dicho. ¿Pero sabemos realmente a lo que nos estamos refiriendo muchas veces cuando usamos esa etiqueta? ¿Somos conscientes de cómo esta afirmación puede afectar a la persona a la que nos referimos? La respuesta suele ser no. Así pues, podemos estar catalogando de TOC a una persona que simplemente es escrupulosa u ordenada, o de bipolar a una persona que pueda estar experimentando un estado de ánimo irritable porque tiene un mal día.
Consecuencias del uso de las etiquetas diagnósticas a nivel profesional
Cuando los profesionales de la salud mental utilizamos etiquetas diagnósticas, estamos poniéndole un nombre a una serie de signos y síntomas que padece la persona. Este etiquetaje nos sirve para clasificar a una persona con un problema o serie de problemas concretos y nos facilita la labor profesional en algunos sentidos: nos permite estudiar dichas psicopatologías con mayor rigor científico, facilita la elaboración de instrumentos de evaluación estandarizados y de protocolos de intervención, simplifica el intercambio de información entre profesionales, etc. A nivel personal, esta etiqueta ayuda en algunos casos a que la persona sea más consciente de su problemática, la pueda entender en mayor profundidad y se adhiera mejor al tratamiento propuesto.
Para realizar esta labor de etiquetaje, existen diferentes manuales que realizan una extensa clasificación de las categorías diagnósticas en salud mental. En la actualidad, los dos manuales más utilizados son el DSM – 5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, APA) y la CIE – 11 (Clasificación Internacional de Enfermedades, OMS). Desde las primeras ediciones de estos manuales hasta las que tenemos en la actualidad, se han ido produciendo muchos cambios de enfoque en cuanto a las diferentes categorías y cada vez se han ido definiendo de forma más minuciosa gracias a los resultados obtenidos de investigaciones científicas.
Aun así, estos manuales no están exentos de críticas. Sin ir más lejos, la publicación del DSM-5 suscitó mucha polémica en cuanto a la fiabilidad y validez de algunas categorías diagnósticas propuestas (Allsopp, Read, Corcoran y Kinderman, 2019). El mal uso de estas categorías diagnósticas puede llevarnos a psicopatologizar problemas de la vida cotidiana o a realizar un diagnóstico incorrecto, corriendo el riesgo de plantear un tipo de intervención inútil o incluso perjudicial para la persona.
Consecuencias del uso de las etiquetas diagnósticas a nivel social
Si el uso de estas categorías entre profesionales, que tenemos mayor conocimiento sobre cómo funciona la salud mental, ya entraña riesgos, su uso por parte de la población general, también puede resultar peligroso. Para empezar, la mayoría de las personas que utilizan etiquetas como TOC, bipolar o esquizofrenia, no saben a qué se están refiriendo exactamente y se basan en comportamientos puntuales que poco tienen que ver con la complejidad de un trastorno de ese tipo. Haciendo eso, podemos estar catalogando a alguien de un problema grave que en realidad no tiene. Por otra parte, aunque la persona presente dicho problema, el uso excesivo y exagerado de dichas etiquetas puede propiciar que la persona se quede atrapada dentro del diagnóstico sin ir más allá o que sea estigmatizada por su entorno. En ambos casos, estamos reduciendo a esta persona a una mera categoría, sin tener en cuenta su experiencia individual.
Veamos un ejemplo de quedarse atrapado dentro de la etiqueta: “Yo es que soy X (pongámosle cualquier etiqueta). Soy así y no puedo cambiar.” Si bien es cierto que cuando empezamos a aceptarnos tenemos gran parte ganada, tenemos que ir con cuidado ya que esta “aceptación” radical, nos impide ser conscientes de que algunos aspectos pueden modularse y que sería mucho más adaptativo para nosotros mismos y para la gente de nuestro alrededor que así fuera. Por ejemplo, yo puedo aceptar que soy una persona altamente sensible (PAS) y que siento las emociones de una forma más intensa que mi pareja, pero ello no quiere decir que no pueda aprender estrategias para regular mis emociones de una forma más eficaz. Si me quedo atrapada en la etiqueta, puedo creer que no puedo o no tengo por qué trabajar esas dificultades cuando se presenten, lo cual me puede implicar mucho sufrimiento cuando mis emociones se desborden y/o mucho malestar a nivel interpersonal porque es muy difícil para la gente de mi alrededor aceptar algunos de mis comportamientos.
Por último, también puede ocurrir que, al etiquetarnos a nosotros mismos de un problema que no tenemos, sin ser conscientes estemos minusvalorando la importancia de dicho problema o parezca que nos reímos de ello. Por ejemplo, al decir que tengo un TOC porque me gusta que las cosas estén ordenadas, no estoy teniendo en cuenta el malestar que puede sentir una persona que de verdad padezca este trastorno cuando me oiga hacer esa afirmación. No se nos ocurriría decir delante de una persona ciega que estoy ciego porque no veo bien un cartel de lejos.
Claves para NO utilizar erróneamente las etiquetas diagnósticas:
- No vayas “diagnosticando” a las personas de tu alrededor ni a ti mismo. Deja esa función a los profesionales de la salud mental, que ya lo harán si lo consideran necesario y lo harán teniendo conocimiento sobre el tema y de forma más rigurosa. Etiquetar a una persona de un problema de este tipo (sea cierto o no) le puede generar mucho sufrimiento. Por otra parte, ponernos una etiqueta a nosotros mismos, no siempre será necesario y puede hacer que nos quedemos atrapados en el diagnóstico, como explicaba anteriormente. Al final, más que ponerle un nombre al problema, lo que más nos interesa es describirlo y saber qué debemos hacer para sentirnos mejor con nosotros mismos.
- Cambia el verbo “ser” por el verbo “tener”. El simple uso de “es” versus “tiene” es revelador de como reducimos a la persona a su trastorno, como si no hubiera nada más allá. En vez de decir “María es depresiva”, puedes decir “María tiene depresión”.
- No te burles de personas que tengan un diagnóstico psicopatológico. Un diagnóstico de este tipo siempre implica un gran sufrimiento o interferencia en la vida de la persona.
- No te limites a la información que sale en las noticias o a las historias que escuchas. “Mató a una persona, pero claro, era esquizofrénico” o “Juan tiene esquizofrenia, es peligroso quedarse a solas con él”. Puede pasar que una persona con un trastorno psicológico acabe cometiendo un crimen, pero lo cierto es que ocurre con una frecuencia muchísimo menor de la que nos hacen creer los sesgos creados por los medios de comunicación y el boca a boca. Personas sin ningún problema psicológico aparente cometen actos criminales a diario y no empezamos a tener miedo a todos de forma indiscriminada, ¿verdad?
- Si has recibido algún diagnóstico, no te des por vencido/a. Si bien es cierto que una parte muy importante es aceptar lo que te ocurre, también es importante tu implicación para poder realizar los ajustes que te permitan poder vivir tu vida de una manera más satisfactoria.
- Si has recibido un diagnóstico, puedes utilizarlo a tu favor, para conocerte mejor y para saber qué plan de acción llevar a cabo para trabajar esas dificultades que te genera.
- Y, por último, recuerda que esa problemática que estás padeciendo, es una parte de ti, pero no te define como persona. Por poner un ejemplo, tú no eres un bipolar, eres una persona que tiene un trastorno bipolar, con su propia forma de pensar, sentir y actuar, y con sus propias experiencias vitales, que pueden ser muy diferentes a las de otra persona que también padece el mismo trastorno. Recuerda que tú no eres tu diagnóstico.
Referencias bibliográficas:
Allsopp, K., Read, J., Corcoran, R., & Kinderman, P. (2019). Heterogeneity in psychiatric diagnostic classification. Psychiatry Research, 279, 15 – 22.
American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). Arlington, VA: Author.
World Health Organization. (2019). International statistical classification of diseases and related health problems (11th ed.).
Aina Fiol Veny
Psicóloga Col. Nº B-02615