“Segundos antes de que ocurra sientes una sensación de libertad y, cuando llega, quieres más…”; “La cabeza va a mil revoluciones, el cuerpo se sacude de forma incontrolada, es como un volcán en erupción…”; “Temblores, calor, tranquilidad… es tan placentero que quieres más, pero también quieres que pare”… Definirlo no es sencillo, muchas personas dudan de si lo han sentido alguna vez o de la forma adecuada, en muchos sentidos es aún un enigma. Pero, ¿a qué nos estamos refiriendo? Efectivamente al ORGASMO, tan deseado y a la vez tan desconocido.
Si tuviéramos que otorgarle una definición, podríamos decir que el orgasmo es una repentina sensación de placer y liberación de la tensión acumulada durante todo el encuentro erótico. Liberación que se produce debido a una serie de espasmos musculares intensos que se acompañan de una sensación altamente agradable.
Cuando se llega al orgasmo, empiezan las contracciones musculares involuntarias. En el caso femenino, estas contracciones rítmicas se producen en vagina y útero y, en el caso masculino, en la próstata y el pene, aunque de forma más rápida, dando como resultado, en la mayoría de los casos, la eyaculación. El ritmo cardíaco, la presión arterial y la respiración también alcanzan su máxima intensidad. Además, a medida que el orgasmo avanza, dichas contracciones van disminuyendo en intensidad y frecuencia.
Pero, a pesar de todas estas reacciones fisiológicas, quien tiene el control absoluto sobre el orgasmo es el cerebro, acompañado del Sistema Nervioso. Neurológicamente, el orgasmo se inicia en la corteza sensorial genital, desde donde se propaga hacia ciertas estructuras cerebrales como la amígdala o el hipocampo, áreas asociadas con la memoria, las fantasías, las emociones… Es decir, al tener un orgasmo dichas áreas relacionadas con el placer y la memoria se activan, lo cual provoca las sensaciones intensas y, a su vez, el querer más y más.
Ahora, que ya sabemos lo que es un orgasmo y lo que sucede en nuestro cuerpo durante el mismo, la pregunta sería:
¿Qué condiciones son necesarias para poder llegar a él?
Antes de profundizar en los ingredientes de la receta, cabe destacar que el orgasmo es una de las fases de la respuesta sexual humana, la cual viene precedida por otras dos (excitación y meseta) y seguida de una última (resolución).
Por tanto, para poder obtener un orgasmo nuestro cuerpo y nuestra mente tienen que estar adecuadamente excitados para lo cual es necesario una estimulación física y mental adecuada: besar el cuello, acariciar la espalda, lamer las zonas cercanas a los genitales, fantasear, centrarnos en lo que vemos y oímos que resulta excitante… Es importante tener en cuenta que, aunque muy satisfactorios, los genitales son solo una parte más de nuestro cuerpo, un cuerpo recubierto de muchos centímetros cuadrados de piel y rincones por estimular. ¿Para qué tomar solo una parte cuando tenemos todo a nuestro alcance?
Durante la excitación se produce la vasocongestión de los genitales, iniciándose la respuesta sexual. En el caso masculino el signo más evidente de esta fase suele ser la erección y, en el caso femenino, la lubricación y agrandamiento del clítoris, aunque no son los únicos cambios ni siempre se dan aunque estemos excitados. Tras ésta, y si la estimulación es adecuada, puede seguir la fase de meseta, donde el ritmo cardíaco de acelera, la temperatura corporal sube, se agita la respiración… además de que aumenta la vasocongestión. Esta fase no siempre se da o también puede ser muy breve. La tercera fase es la que ya conocemos, el orgasmo. Por último, durante la fase de resolución, el cuerpo vuelve a la calma. En el hombre, tiene lugar el periodo refractario, durante el cual, en la mayoría de los casos, por mucha estimulación que haya, no se va a conseguir volver a iniciar la respuesta sexual. A este respecto, la respuesta sexual masculina difiere de la femenina en que, si tras un orgasmo, es reestimulada antes de que la tensión sexual disminuya, en muchos casos pueden tener lugar varios orgasmos sucesivos.
Pero en ocasiones el orgasmo se hace difícil de alcanzar. Los motivos pueden ser muchos pero algunos de los puntos clave son los que enumeramos a continuación.
¿Qué se necesita para que pueda desencadenarse la respuesta sexual y llegar así el orgasmo?
- Estar relajado/a: para mantener relaciones sexuales placenteras es necesario estar relajado/a, es decir, nuestro Sistema Nervioso Parasimpático debe estar activado. La activación de este sistema es la que propicia que se desencadene la fase de excitación, imprescindible para llegar al orgasmo. El estrés, el cansancio, la tensión, la ansiedad… son enemigos del orgasmo.
- Centrarse en las sensaciones y mantener la mente en clave erótica: si durante las relaciones sexuales no estamos centrados en lo que está pasando, en sentir cada beso, roce o caricia, si estamos repasando mentalmente la lista de la compra o si estamos preguntándonos qué tal lo estamos haciendo en la cama… difícilmente vamos a llegar a la fase orgásmica. Para poder alcanzar el orgasmo, es necesario estar en el aquí y en el ahora y dejar los pensamientos, los complejos, la exigencia de resultados y la responsabilidad de dar placer al/a la otro/a a un lado. Es decir, hay que centrar la atención en cada caricia, en cada sensación, en cada mirada y usar nuestras fantasías eróticas para mantener la mente en situación.
- Recibir una estimulación adecuada: la estimulación recibida durante el encuentro sexual, tanto por parte de mi compañero/a sexual como por mi propia parte, debe ser adecuada en cuanto a tipo, intensidad y/o duración. Si lo que hago durante las relaciones sexuales no me gusta o me es indiferente, no será posible que se den las condiciones necesarias para llegar al orgasmo. La mejor técnica para llegar al orgasmo es la que le funcione a cada uno/a. Es muy importante saber y comunicar a la otra parte lo que nos gusta, excita y nos funciona; no podemos esperar que la otra persona lo acierte.
- Visión positiva de la sexualidad: nuestra visión de la sexualidad depende, en gran parte, de la educación recibida y de la sociedad en la que vivimos. En muchas ocasiones, lo que sucede es que las ideas y valores que se nos transmiten son erróneos y están plagados de mitos que limitan y coartan nuestra libertad sexual. Es por ello que no hay que conformarse con lo que uno ya sabe e informarse en fuentes fiables para poder vivir una sexualidad plena y satisfactoria. ¡El saber no ocupa lugar y menos si es para gozar!
- Estado de salud óptimo: hay enfermedades orgánicas, como afectaciones de la médula espinal, infecciones vaginales, esclerosis múltiple, etc. que pueden bloquear la respuesta sexual. En caso de duda, lo mejor es acudir a un especialista y comentarlo con la mayor naturalidad. La sexualidad es frágil, por lo que es mejor “curarse en salud” en manos de un/a profesional.
- Ausencia de aversión o temor a las relaciones sexuales: una educación sexual deficiente o extremadamente rígida, una gran influencia de la religión, haber padecido abusos o agresiones sexuales, la presión de la pareja… Todos estos factores y otros pueden ocasionar sentimientos de asco o temor hacia las relaciones sexuales y, en consecuencia, su rechazo por parte de quien los padece. En tales casos, lo recomendable es acudir en busca de ayuda profesional. El sexo no tiene por qué ser algo que genere malestar y eso es algo que se puede trabajar.
¿Y si, a pesar de todo esto, no se llega al orgasmo?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que, culturalmente, se ha colocado al orgasmo en un pedestal, como el objetivo único de los encuentros eróticos. Que las relaciones sexuales sean vividas como una carrera en la que es necesario llegar a la meta, no hace más que provocar frustraciones en caso de que el orgasmo no llegue y nos desliga de disfrutar del camino, de toda la relación sexual.
Obsesionarse con conseguirlo, no hará más que alejarlo. Y es entendible que sea algo que nos preocupe ya que las exigencias de la sociedad nos lanzan a la búsqueda de resultados y, además, rápidos. Pero ello conlleva olvidarnos de una de las cosas más importantes para poder llegar al orgasmo: centrarnos en el momento presente más que en el resultado final. Olvidarnos de esto limita nuestra capacidad de disfrute y genera presión, reduciendo el placer y pudiendo resultar en frustración y desánimo si no llegamos a ese resultado. Es más, la satisfacción de una relación erótica no se mide por el número de orgasmos, sino por el sentir de cada roce, cada caricia, cada beso, cada embiste… A veces, podemos disfrutar mucho, incluso que nos resulte mucho más satisfactorio todo el encuentro, haya o no haya orgasmo.
Teniendo en cuenta todo lo comentado, es posible que haya personas que experimentan dificultades para alcanzar el orgasmo. Si esta circunstancia es vivida con malestar y está afectando a la pareja o a la calidad de vida de la persona, lo más recomendable es consultar con un profesional para tratar de establecer las causas de dicha dificultad y poder trabajar en la posible solución. Si este es tu caso o quieres más información sobre todo lo expuesto, no dudes en ponerte en contacto con nosotras.