¿Te cuesta decir no? ¿Antepones las necesidades de los demás a las tuyas? ¿Te sientes culpable cuando te priorizas? Pues en ese caso diríamos que te cuesta poner límites.
¿Por qué es importante saber poner límites a los demás?
Los límites son barreras que ponemos a los demás para protegernos mental, física y emocionalmente. Para poner límites es necesario que expresemos a los demás de forma clara y asertiva qué es lo queremos o necesitamos en un momento concreto.
Tienes derecho a poner límites. Poner límites no es lo mismo que ser egoísta, dado que también se tienen en cuenta las necesidades del otro. Cuando los marcamos, estamos enviando un mensaje claro: tengo derecho a que se me trate con respeto y se atiendan mis necesidades.
Para poner límites no necesitas que estos hayan sido sobrepasados con anterioridad, ni que nos ofendan o nos hagan algo malo. Los límites deben ponerse siempre que uno los necesite.
En otro blog ya hablamos de la importancia del autocuidado y explicamos que este requiere atender a nuestras necesidades. Si las identificamos, pero no las expresamos ante los demás, no sirve de nada. Poner límites es un acto de amor hacia uno mismo.
Sin embargo, aprender a hacerlo no es un proceso fácil. A menudo, pensamos que con hacerlo una sola vez, será suficiente. Pero la realidad es que requiere de constancia.
Hacerlo nos permitirá crear relaciones sanas y equilibradas. Fortalecer nuestra autoestima y conocernos mejor.
¿Por qué me cuesta poner límites?
Culpabilidad
- Mi jefa siempre me pide hacer horas extras.
- ¿Y por qué no le dices que no puedes?
- Porque muchas veces no tengo nada que hacer después del trabajo y me sabe mal.
Miedo al rechazo
- Si le digo que no me gusta cuando me hace ese tipo de bromas se va a enfadar y no querrá quedar más conmigo.
Responsabilidad autoexigida: Hacernos responsables de todo aunque no nos corresponda. Muchas personas creen que haciendo esto ayudan a otros, sin embargo, desatender nuestros límites no es ayudar, sino hacernos cargo de problemas u obligaciones que no son nuestros y, con ello, para ayudar a los demás nos dañamos a nosotros/as mismos/as.
- Mi hermana no tiene a nadie que cuide los niños cuando sale.
- ¿Sale muy a menudo?
- Todos los viernes.
- ¿Y si tú quieres salir un viernes?
- Intento cambiar mis planes para el sábado.
Uso de una comunicación pasiva.
Nuestras necesidades no se establecen de forma clara y a menudo no se les da prioridad.
- Yo no quería ir a la playa. Vamos todos los fines de semana y a mí no me gusta.
- ¿Y qué le dijiste?
- “Tal vez podríamos ir de excursión… bueno lo que tú quieras, la playa también me parece buena idea”.
Miedo al conflicto
- Si tu jefe te dijo que te subiría el sueldo pasado un año, tienes derecho a solicitarlo.
- Ya, pero él no me ha dicho nada, a ver si va a enfadarse.
Autoestima baja: sientes que tus necesidades no son importantes
- Si te encuentras mal no tienes por qué mantener relaciones sexuales
- Pero él sí que quería y si le digo que no, puede pensar que no le quiero y buscarse a otra.
Los límites pueden causar berrinches
Advertencia a navegantes: poner límites donde antes no los había, puede crear resistencia en la persona que los recibe. Puede que esa persona se enfade o nos intente manipular a fin de hacernos sentir culpables. Es NORMAL encontrar resistencia al principio, pero a fin de crear límites sólidos, debemos permanecer firmes.
Imagínate que cada noche después de cenar le doy un helado a mi hijo. No me parece bien, pero lo hago para evitarme un problema a última hora del día, ya que estoy agotada. Un día decido que ya está bien; que se acabaron los helados después de cenar. ¿Cómo crees que reaccionará el niño? Pues hablando claro, me va a montar un “show”. El niño intentará forzar ese límite a ver si yo me rindo y se lo quito.
Pues lo mismo ocurre con muchas personas adultas, en cuanto ven un límite que no les gusta, se disponen a empujarlo a ver si consiguen que lo volvamos a quitar. Por lo tanto, aunque a veces cueste y la culpabilidad o el agotamiento nos tiente, es importante que mantengamos nuestros límites.
Si cada mediodía cojo el tupper de un compañero de trabajo y este un día se enfada, pero al siguiente me dice que no pasa nada, a mí me indica que yo puedo hacer “lo que me da la gana” porque habrá veces en las que podré salirme con la mía. Por tanto, los límites no pueden ser de quita y pon.
Habrá personas que aceptarán nuestros límites a la primera, personas a quienes les costará más y otras que decidirán no aceptarlos. Estas últimas son personas que no respetan nuestros derechos.
Por tanto, debemos ser pacientes ya que poner límites no implica que nuestro entorno los vaya a encajar bien a la primera. Pero con perseverancia, en su mayoría, se acabaran aceptando.
¿Cómo aprender a poner límites a los demás?
- En primer lugar, identifica tus límites. Acéptate y priorízate.
- Ponte límites a ti mismo/a.
- Aprende a decidir por ti mismo/a sin que la opinión de los demás influya. Libérate de presiones que no te corresponden y de culpas.
- Acepta tus miedos y entiende que poner límites no siempre tiene por qué generar un conflicto ni significa que pierdas el afecto de los demás.
- Aprende a expresarlos de forma asertiva. Recuerda que existen diversos estilos de comunicación que no todos son apropiados ni ayudan a establecer límites sanos. Tienes derecho a decir que no sin justificarte a la vez que eres amable y respetuoso.
- Acepta el “berrinche” y normalízalo como parte del proceso.
- La reacción de la otra persona no depende de ti. Si tras comunicar tus límites de forma clara y asertiva te encuentras con una persona que no los acepta y se aleja de ti por ello, entonces esa persona no es capaz de tener una relación sana y equilibrada contigo.
- Respeta los límites de los demás.
- Ten paciencia y sé constante.
- Pide ayuda si necesitas aprender cómo hacerlo o a manejar tu autoestima, desde el servicio de psicología sanitaria podemos ayudarte.