¿Has oído hablar de los estilos de comunicación? ¿Y de la comunicación asertiva? En este blog ya te explicamos en qué consisten los 4 estilos de comunicación.
En la presente entrada vamos a recordar brevemente esos estilos, con la intención de que cada lector se dé cuenta de cuál es el que usa de manera habitual. Éste será el primer paso para identificar en qué aspectos necesitamos mejorar la forma en que nos comunicamos. A continuación, nos propondremos a explicar algunas técnicas para practicar el estilo de comunicación más adaptativo, el asertivo.
Estilos de comunicación. Identifica el tuyo.
Seguramente eres capaz de usar todos los estilos, pero tenderás más a uno de ellos y habrá situaciones o personas con las que uses más uno u otro. Intenta preguntarte cuál usas en cada contexto (en el trabajo, con la familia, con amigos, conversando con personas concretas, bajo situaciones de estrés, cuando estás cansado, etc.).
Empecemos con los problemáticos:
- Estilo de comunicación pasivo: la persona que lo usa antepone las necesidades y peticiones de los demás sobre las propias. Por ende, es alguien que prefiere no expresar su opinión, acata órdenes y evita el conflicto. Si habla, va a ser titubeante, hablará en voz baja y seguramente muestre signos de ansiedad, como la evitación del contacto ocular.
- Estilo de comunicación agresivo: la persona que se comunica de forma agresiva suele sentirse agraviada por los comentarios de los demás, percibe que se le está faltando al respeto o que se está siendo injusto con ella. La emoción que esto suscitará será la ira, por lo que el discurso agresivo se dirigirá a culpar, amenazar o avergonzar al otro. Esto se va a acompañar de un lenguaje corporal más tenso y desafiante, como fruncir el ceño, apretar los puños, alzar la voz, etc.
- Estilo de comunicación pasivo-agresivo: este estilo tiene apariencia de pasivo, pero tiene una función agresiva que queda encubierta. La persona pasivo-agresiva se niega a expresar sus sentimientos de desacuerdo, pero lo deja entrever de manera indirecta. Un discurso pasivo-agresivo va a estar plagado de sarcasmo e ironías, y también por silencios. En cualquier caso, el objetivo de este estilo será el boicot hacia el interlocutor.
En los tres estilos mencionados, la persona tiene problemas para expresar sus pensamientos, sentimientos y necesidades, sobre todo cuando entran en conflicto con los intereses de los demás. Cada uno usa un estilo para afrontar esa dificultad de manera distinta. Sin embargo, todas ellos implican riesgos de cara a las relaciones con los otros.
La persona que usa un estilo pasivo va a estar insatisfecha de manera perpetua por dejar sus necesidades en segundo plano. La gente no tendrá en cuenta su opinión y no respetará su palabra. La persona que usa un estilo agresivo va a ser vista con miedo, rechazo y resentimiento. Y la persona que usa un estilo pasivo-agresivo va a pasar por alguien manipulador, falso y con quien no puede confiarse.
Nos queda el estilo asertivo.
¿Qué es la asertividad?
La persona que se comunica de manera asertiva es capaz de expresar sus necesidades, pensamientos y sentimientos de manera firme y tranquila, y a la vez mostrar empatía y respeto hacia los demás. Para ello, toma responsabilidad de las propias emociones e intenta no culpar ni juzgar a los otros.
Puede parecer difícil ponerlo en práctica, y de hecho, lo es para muchas personas. Esto ocurre porque, mientras los demás estilos son respuestas a emociones desagradables (como la ansiedad y el miedo en el estilo pasivo, o la ira en el estilo agresivo), el estilo asertivo debe ser enseñado y practicado a conciencia, y requiere de ciertos aspectos a trabajar previamente, como la autoestima, el conocimiento de las propias necesidades y la capacidad de empatía.
Sea como sea, aquello importante es que todos tenemos la capacidad de aprenderlo, independientemente de nuestras capacidades, de nuestro autoestima y del estilo de comunicación del que partamos.
La pregunta ahora es: ¿Cómo podemos empezar a ponerlo en práctica?
Primeros pasos para ser asertivo
1. Cuestiónate tu interpretación de las cosas, y pregunta antes de juzgar.
Es habitual que nuestra mente interprete erróneamente el comportamiento y el mensaje de los otros. Entonces, nuestra respuesta podrá estar muy condicionada por esa interpretación y por la emoción que ha generado en nosotros. Por ejemplo:
Eres un irresponsable. Nunca llevas la tarea hecha.
En este caso, hemos juzgado a la persona por su comportamiento con un adjetivo descalificativo.
Dicho de forma asertiva, podríamos pasarlo a:
Me he fijado en que últimamente no llevas la tarea hecha. ¿Está pasando algo que debas contarme? ¿Puedo ayudar en algo?
En este caso, la fórmula es: descripción de la situación + pregunta.
2. Habla en primera persona.
Se trata de hacer ver que lo que dices es tu propia interpretación de la realidad, y por tanto, puedes estar equivocado. Debes ser responsable de lo que piensas y sientes. Por ejemplo:
Perdona, seguro que te estoy molestando. Sólo quería pedirte que…
Aquí damos por hecho que el otro se siente molesto con nuestro comportamiento. Nos cuesta pedirle algo. Dicho de forma asertiva, podría quedar así:
Me da la impresión de que estás ocupado. Lo siento, pero necesito pedirte que…
La fórmula sería usar expresiones como: “me gustaría”, “yo pienso”, “tengo la sensación”, “desde mi experiencia”, etc.
3. Hazte responsable de lo que sientes.
Es fácil culpar a los demás de nuestras emociones y de nuestro comportamiento. Sin embargo, la mayoría de veces el interlocutor no busca despertar en nosotros ninguna emoción, y nosotros tampoco elegimos sentirla. En cualquier caso, los sentimientos son propios y más aún nuestra respuesta a ellos, por lo que no podemos responsabilizar a los otros de ello.
¡Es que me pones de los nervios cada vez que miras el móvil cuando te hablo!
Aquí estamos culpando al otro de cómo nos sentimos: “me pones nervioso…”.
De forma asertiva podríamos decir:
Cuando estamos hablando y miras el móvil me siento ignorado y me pongo nervioso.
La fórmula sería: descripción de la acción del otro + cómo te sientes expresado en primera persona “me siento…”
4. Describe los hechos de forma objetiva y recalca sus consecuencias
Igual que en el primer ejemplo, hay que tener cuidado con calificar al otro por su comportamiento. Además, es mucho más probable que caigamos en eso si lo que hace el otro tiene un impacto sobre nosotros. En este caso podemos sentir que está actuando de forma egoísta y parecernos una situación injusta.
Ejemplo: Alguien llega tarde a la reunión y el jefe dice: Anda, pero si es don sábanas. Qué suerte tienes, justo estábamos terminando…
Aquí estaríamos siendo sarcásticos. Aunque no se descalifique de forma directa, se le está poniendo un apodo al otro. También le decimos que tiene suerte de que estemos terminando, lo que esconde nuestra creencia de que no le interesaba venir. Recordemos que el primer paso es intentar no guiarnos por nuestra interpretación. Además, en este caso la acción del otro nos ha afectado de manera negativa.
¿Cómo lo podemos decir de forma asertiva?
Cuando alguien llega tarde a la reunión se pierde información importante y luego no entenderá el trabajo que tiene que hacer.
La fórmula sería: describir el comportamiento del otro + recalcar las consecuencias.
5. Describe las consecuencias desde tu punto de vista
Esto es muy útil cuando las consecuencias que percibimos no son del todo observables. En este caso, debemos recurrir otra vez a la primera persona.
Nunca saludas a la vecina desde lo que le pasó… debe estar enfadada…
Damos por sentado una consecuencia que desconocemos si existe y además responsabilizamos al otro.
María siempre es muy amable con nosotros. Me he fijado en que no la has saludado. Creo que puede sentirse despreciada, y me sabe mal. ¿Cómo lo ves?
Aquí la fórmula sería: mencionar el comportamiento del otro + expresar consecuencia observada (“me da la impresión” / ”percibo que”) + realizar pregunta sobre la percepción del otro.
6. Evita las generalidades
Evita usar términos como “siempre”, “nunca”, “todos”, “nadie”. Sé preciso.
¡Siempre respondes a todo el mundo al momento y a mí me dejas en visto!
En modo asertivo, podría ser algo como:
Ayer te demoraste mucho en contestarme cuando te pregunté si venías a cenar. Me sentí ignorado, más todavía cuando vi que estuviste en línea mucho rato.
Debemos especificar qué, cuándo, cómo, quiénes… y evitar usar los términos generalizadores que se han descrito.
7. Controla tu lenguaje no verbal
Los lenguajes verbal y corporal deben ser coherentes. De lo contrario, nuestro intento de ser asertivos será fallido.
Si usamos cualquiera de las fórmulas anteriores, pero apretamos los puños, señalamos con el dedo, evitamos la mirada, o hacemos cualquier otra cosa que denote rabia o inseguridad, el mensaje no surgirá efecto.
Debemos proyectar interés, escucha y apertura. ¿Cómo? Con una postura relajada, con contacto visual frecuente, intentando no distraernos del interlocutor, sonriendo, asintiendo…
8. Controla tu lenguaje paraverbal
Lo mismo que ocurre con el lenguaje corporal, pasa con el paraverbal. Éste hace referencia a la voz: la velocidad, el tono…
Hablar demasiado suave puede transmitir inseguridad, y hablar demasiado fuerte puede hacer que parezcas mandón y poco empático.
Hablar demasiado lento puede provocar aburrimiento, y demasiado rápido dar a entender que estás estresado.
Debemos modular la voz de forma que denote firmeza y a la vez tranquilidad. Para ello, es necesario aprender a regular las emociones. Algo que puede ayudarnos es, de manera consciente, bajar el volumen de la voz, hablar más despacio, respirar profundo y relajar la musculatura facial y corporal.
9. Haz roleplaying
Sobre todo para el control del lenguaje corporal y no verbal, se hará necesario ensayar. Esto se debe a que son respuestas muy automáticas en nosotros, y aprender a controlarlas en vivo puede ser difícil.
Podemos ensayar frente al espejo, o mejor aún, con otra persona que conozca las técnicas descritas en este artículo, como una psicóloga o un psicólogo. El profesional puede crear dinámicas de asertividad con las que pondremos en práctica las fórmulas descritas y obtendremos un feedback al instante.
También es aconsejable exponernos a situaciones de menor a mayor dificultad. Si empezamos con conversaciones difíciles, seguramente no nos vaya bien. Mejor empezar a ponerlo en práctica en charlas triviales del día a día, para coger confianza. Mientras, podemos ir ensayando aquellas temáticas que más nos asusta enfrentar.
10. Evalúa si es el momento oportuno para hablar
Por último, es necesario ver la idoneidad del momento para hablar de cierto tema. No es fácil practicar la asertividad, pero más difícil va a ser aún si la otra persona no está receptiva para hablar de según qué tema. Lo que puede pasar en ese caso es que la respuesta que recibamos sea desagradable. No solo habremos hecho un esfuerzo en vano, sino que también podemos llevarnos una impresión equivocada de la utilidad de este ejercicio, o de nuestra capacidad para llevarlo a cabo.
Como ya habrás intuido, la asertividad nos puede ayudar en muchas situaciones, y vale la pena entrenarla para conseguir nuestros objetivos. La comunicación asertiva nos ayudará a:
- poner límites y funcionar mejor en nuestra vida personal y profesional
- manejar mejor el conflicto y resolver problemas con otras personas
- dejarnos escuchar y ser apoyados en nuestras decisiones
- gestionar nuestro estrés diario
Anímate a practicarla!
Guillem Nicolau Coll
Psicólogo General Sanitario
nº col.: B-02773